Después de mi última entrada, donde explicaba que me habían cancelado la punción de la que iba a ser mi tercera ICSI, lo único que me apetecía era desconectar de todo esto durante al menos un ciclo. Así que avisé a la clínica para decirles que no me iba a pinchar más en ese ciclo y que no íbamos a hacer inseminación.
Las dos semanas siguientes trabajé muchísimas horas diarias para sacar un proyecto adelante. No lo hice para resguardarme del dolor ya que fue algo inesperado, pero confieso que me ayudó a dirigir mi rabia y enfocarla hacia otro sitio.
Dejé de cuidarme tanto la alimentación, dormí poco a causa del estrés del trabajo, bebí alcohol, disfrute de horas de baile… y el veintiocho de diciembre descubrí que estaba embarazada.
No nos lo creíamos y, aún hoy, todavía nos parece un sueño. Nunca había llegado a ver las dos rayitas en un test y, mucho menos, que en la beta saliese un valor que no fuese cero.
Nunca sospeché estar embarazada pero (creo que me entenderéis) aunque la posibilidad fuese mínima, siempre miraba de reojillo la posibilidad de conseguirlo.
Tres días antes de enterarme tenía las típicas molestias en el pecho, pero también un dolorcillo parecido al de la regla aunque más persistente. Según mis cálculos ya me tendría que haber bajado y decidí (ya que no tenía test de embarazo) hacerme un test de ovulación.
Había leido que a veces «predecía» el embarazo así que, con esa locura que a veces me da y sin decir nada a mi marido, me levanté por la mañana y me salió positivo. He de deciros que dos semanas antes, cuando decidí no pincharme ya ni orgalutrán, ni menopur ni ovitrelle, me hice un test de ovulación y también salió positivo. Así que me medio ilusioné y empecé a investigar más sobre este tema.
Al mediodía le confesé a mi marido la «tontería» que estaba haciendo y él me dijo lo que yo ya sabía, que era muy difícil que sucediese. Y sí, ya lo sé, contesté, pero hasta que no hiciese aparición la regla siempre tengo esa pequeña esperanza.
Al día siguiente volví a hacerme otro test de ovulación y de nuevo marcaba positivo. Mi marido, con más cordura que yo, decidió que comprásemos un test de embarazo ya que, hasta el momento siempre que lo habíamos hecho, no tardaba nada en bajarme la regla.
El 28 de diciembre me levanté y nada más cerrar con la capucha la tira de la prueba aparecieron las dos rayas. Salí del baño, no atinaba a apagar la luz, entré a la habitación donde estaba mi marido aún medio dormido y se lo enseñé. Y ahí nos quedamos un rato, sonriendo pero sin podérnoslo creer. Encima el día de los Santos Inocentes… ¡menuda bromita tan maravillosa!
De nuevo la sensatez la tuvo mi marido diciéndome que llamase a la clínica para pedir que me hiciesen una beta y esa misma mañana nos lo confirmaron. Con el resultado en la mano fuimos a la casa de nuestros de padres para darles la noticia, primero les llamamos contándoles una pequeña inocentada para justificar que íbamos a verles y una vez allí se lo dijimos. Nadie más lo sabe. De momento vamos a esperar a que pase, al menos, la primera ecografía que es el jueves 12.
Estamos felices pero también sentimos un poquito de temor, nervios y sobre todo incredulidad… ¿cómo nos ha podido pasar algo tan maravilloso?
La explicación del médico fue que al tener SOP y al hacer engordar a todos los óvulos a la vez la calidad no era buena y, de este modo (al recibir una estimulación mínima) hubo sólo un folículo que se benefició. Recordaros que mi marido tiene también problemas, pero al parecer, si el óvulo es de calidad, es capaz de reparar las carencias del espermatozoide. En cuanto tenga tiempo quiero documentarme sobre esto y poneros artículos y referencias por si tenéis un diagnóstico parecido y os puede servir.
Y hasta aquí esta entrada. Gracias por leerme y por compartir nuestra alegría. Estoy deseando que vosotras me deis la misma noticia.
«Lo imposible sólo tarda un poco más»
Mil besos para todas y recordad lo fuerte que sois.